Desde el 11 de marzo de 2020, que frenamos en seco las rutinas de los pequeños, éstos experimentan cambios de comportamiento que no debemos de obviar.
Los niños que hacen más berrinches de lo habitual, se muestran desafiantes o se comportan de manera nerviosa, pueden en realidad sentirse ansiosos.
Los niños están acostumbrados a convivir con sus amigos, compañeros y también con la familia extensa, tíos, primos y abuelos. La suspensión de las actividades escolares presenciales en un principio les puede parecer novedosa, pero pronto comenzarán a aburrirse y agobiarse. Echarán de menos pasar tiempo al aire libre, estar acompañados y hasta tener obligaciones rutinarias.
Según la edad, pueden mostrar diferentes reacciones de ansiedad, como comportamientos regresivos (lloriquear, estar más apegado, hablar como si fueran más pequeños, orinarse en la cama) o somatizaciones (dolores o síntomas relacionados con la ansiedad u otras emociones negativas).
Es habitual una mayor desobediencia o rebeldía ante las normas. Al encontrarse los padres también más ansiosos, el ambiente en muchas ocasiones ha podido ser tenso.
¿Qué hacer?
Los niños pequeños pueden estar ajenos de la realidad de la situación, pero aún pueden sentirse inquietos por los cambios en la rutina o darse cuenta del hecho de que las personas que los rodean están preocupados y alterados.
Preparar nuestros hijos en tiempo de pandemia es un trabajo que no debemos obviar en estos tiempos que nos toca vivir y que como adultos vemos con inquietud.
Los niños lo viven con naturalidad, se acostumbran a las nuevas normas mucho mejor que nosotros adultos. Si nos ven con mascarillas, pues lo ven con normalidad.
Lo que nosotros adultos vemos como difícil, no lo es para ellos.
Lo que a nosotros nos inquieta no debemos de transmitírselo, pero sí enseñarles a cómo hacer frente a esta nueva normalidad.
Como adultos responsables que somos,
debemos de enseñarles las herramientas que necesitan
para su día a día.
¿Cómo actuar?
Los niños y niñas deben ir a la escuela, lo necesitan, forma parte de su ADN el tener que socializarse, aprender. Dejarles en casa por miedo, no es la solución, estudios científicos confirman la poca incidencia en niños pequeños, vemos que en lo que llevamos de curso, la incidencia en los centros educativos es muy baja. El aislar a los pequeños supone desarrollar en ellos actitudes antisociales, dependencia excesiva y baja autoestima.
La solución es darles herramientas entre escuela y casa donde deben aprender a ser autónomos en su día a día. A medida que vayan creciendo, deben aprender a ir solos al baño, a vestirse, a comer solos, a ponerse los zapatos, guardar juguetes, enseñarles a pedir ayuda cuando la necesitan….
El ir a la escuela, desarrolla sus habilidades sociales como esperar su turno, colaborar y compartir. En casa, se pueden practicar estas habilidades, durante la cena, aprenderá a respetar turno de palabras, o también a poner y quitar la mesa, regar las plantas, doblar la ropa…
Desde muy pequeños se les puede enseñar algunas consignas, toser en un papel, lavarse las manos…. Dejarle jugar con una mascarilla, para familiarizarse con ella, incluso a base de repetición, a mantener la distancia de seguridad. En la escuela, reforzarán esos aprendizajes, que se convertirán en su día a día, mediante juegos, canciones…
Más los padres se muestran tranquilos
frente a las complicaciones de la pandemia,
mejor se adaptará el hijo o hija.
¿No llevar a su hijo o hija a la escuela?
Muchos padres muestran su inquietud debido al Covid19. Los especialistas recuerdan que, aunque la escuela no es obligatoria, es una etapa muy importante para el niño. Aprende a vivir en grupo, a poner en práctica las consignas que la transmiten a través del juego.
Los tres primeros años en la vida de los niños y niñas son fundamentales para su desarrollo posterior como persona adulta, madura y equilibrada. En este periodo los pequeños realizan los avances más significativos, cuantitativamente hablando, de toda la vida. No solo aprenden a hablar y a caminar. También comienzan a relacionarse con los demás niños y a desarrollar sus habilidades cognitivas.
-Interactuan con niños de su edad en un espacio adaptado para ello.
- Realizan actividades grupales para estimular la comunicación con los demás. Lo cual, favorece el desarrollo del habla y aumenta su vocabulario.
– Reduce el egocentrismo propio de la primera infancia al ver y experimentar necesidades iguales en otros niños.
– Crean vínculos afectivos con personas que no pertenecen a su entorno familiar cercano. Lo que potencia su capacidad de empatía.
– Favorece la autonomía e independencia del niño/niña. Contribuye a la adquisición de hábitos de vida saludable: lavar las manos y los dientes, dormir la siesta, utilizar los cubiertos. Todo ello incrementa su nivel de autoestima. Con cada nuevo aprendizaje, el niño/niña tiene mayor confianza en sus capacidades para resolver determinadas situaciones.
– El niño/niña se iniciará en el autocontrol emocional, la asertividad y la resolución de conflictos. Pilares básicos para una auténtica inteligencia emocional adulta.
– Desarrollo de la psicomotricidad fina y gruesa a través de actividades lúdicas y juegos específicos.
– Aprendizaje de las normas de convivencia, reglas establecidas, horarios y otros aspectos que debe cumplir para la mejora de la convivencia.
– Desarrollo de la creatividad y la imaginación a través del juego.
Hay que confiar en los maestros. Los padres juegan un rol importante para ayudar a sus hijos a amar la escuela.
Para tener éxito en el colegio y tener gusto por ir,
el niño necesita sentir que sus padres tienen confianza
en la escuela y en los maestros.
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